martes, 26 de abril de 2011

Conocer a alguien

Conocer a alguien nuevo siempre supone una fase de sufrimiento, al menos para mi, una persona histérica y chiflada, obsesiva de los detalles. Ah, pero créanme, antes era peor. Por eso en la adolescencia nunca tuve novio. Era demasiado tímida y abstraída como para relacionarme con los demás y con los pocos que alguna vez tuve la suerte de hacerlo -aunque ahora que los vi en el reencuentro, dios mío, ¿con quien carajo andaba?- me encargué de alejarnos porque el contacto físico siempre me ponía nerviosa. Luego la cosa mejoró, de a pocos, y con Santiago explotó, fue una bomba atómica que me consumió y terminé ahogada en un mar radioactivo. 

Luego de ese desastre nuclear, mi "Chernobil", me hundí en una depresión terrible. Los primeros meses fueron asquerosos. Me daba flojera bañarme, con eso lo digo todo. No quería ir a ningún lado y las pocas veces que sí salí deleité a mis amigos con mis historias de terror sobre lo que Santiago significaba para mi y me cito a mi misma para no volver a caer en esa desgracia "nunca voy a poder olvidarlo, nunca, jamás, por más que lo intente". 

Para mi sorpresa, olvidarse de alguien, especialmente cuando fue un MALDITO HIJO DE PUTA como lo fue él, es más sencillo cuando se tiene claro que realmente fue un MALDITO HIJO DE PUTA, y no esa visión de hombre cuasi perfecto por el cuál alguna vez pensé que era capaz de morirme. 

No verlo también ayuda. Por lo mismo, en esos lapsos en que dejaba de verlo (siempre resulta que lo encuentro en el lugar mas inesperado en la situación mas absurda), a veces tenía la suerte de cruzarme con un posible candidato a "clavo que saca otro clavo". 

Tengo tres etapas claras de comportamiento una vez que conozco a Susodicho (lo llamaré así para efectos de este ejemplo). 
1) Niego que me guste. Es más, me miento a mi misma. Sé bien en mi interior que me gustó desde el primer momento en que lo vi, pero igual lo niego. Total, alguna vez alguien sabio me dijo que lo mejor para no enamorarse (obsesionarse, enamorarse, la misma huevada) es no pensar en él y bloquearlo. 
2) Después de una interacción mas profunda con el sujeto, digamos, varias conversaciones, llego a aceptar que su presencia me resulta agradable. Ok, ahí comienzo a pisar terreno fangoso, pero digamos que si mi yo consciente ha aceptado que le cae bien Susodicho, entonces mi yo inconsciente está a punto de tirársele encima y matarlo a besucones. 
3) Me voy a la mierda. Es decir, después de varias conversaciones e interacciones me doy cuenta que un día estoy haciendo algo en el trabajo y de pronto me estoy riendo como una imbécil por algo de él que me acabo de acordar. Ya está, se acabó, me jodí. 

Normalmente trato de quedarme en la segunda etapa, pero ya saben, soy una persona muy vulnerable a las emociones, al histrionismo, a la teatralidad. Desde mi desgracia con Santiago me prometí nunca más volver a sufrir por nadie y si era posible, alejarme de todos los tipos que tuviesen alguna característica que me recordara a él. Acepto que me entusiasmé por muchos que se le parecían, pero después de pasar un año de no verlo, creo que he llegado al punto donde ya no lo estoy buscando en cada tipo que conozco. 

Si no conozco a nadie siempre trato de mantener buen humor, escuchar mucho ACDC, y salir con mis amigos los fines de semana y no pensar que la soltería es una desgracia. Pero cuando conozco a alguien que me gusta, toda esa fachada de soltera sin preocupaciones se va al carajo. Me vuelvo un ser desdichado, miserable, oscuro, irritable y antipático. Todo me apesta, todo me molesta, todo me causa una convulsión, un vómito de pesimismo. Me odio a mi misma y odio a todo el mundo que me rodea. Porque ya sé que en el momento en que conoces a alguien te metes en una prisión emocional, donde tu estado de ánimo depende de las decisiones del otro. 

Ya ven, estoy bien cagada de la cabeza, ¿no? 
 

jueves, 7 de abril de 2011

Verso (I)

Aléjate de mi, sentimiento pegajoso.
Aléjate de mi, corazón, amor, dulces, chocolates, abrazos, besos.
No quiero sentir ese calorcito idiota que me hace perder la concentración.
No quiero pensar en alguien en medio de mi jornada laboral.
No quiero compartir mi vida.
No quiero sentirme vulnerable.
Dame otra cosa.
Dame diversión.
Dame despreocupación.
Dame algo fácil.
Dame algo sin complicaciones.
Odio tener que pensar mis movimientos.
Ponerme nerviosa cuando se acerca.

Yo no quiero enamorarme.
¿Es tan difícil de entender?

miércoles, 6 de abril de 2011

GAJES DEL OFICIO (I)

Son las 4.50 pm. Faltan diez minutos y estoy en el sétimo piso. Ya sé que tengo que llegar al sótano -donde se encuentra la oficina, el único lugar seguro- antes que suene el pito. Comienzo a bajar los escalones con rapidez pero suena mi nextel. "Carajo", pienso, mientras veo el nombre de la alerta que acaban de enviarme. Es mi jefa directa y obviamente tengo que responderle. Me pide que vaya un ratito al piso 5, que hay un problema con un enchape. Le respondo con desgano. Ya sé que me demoraré mas de diez minutos y que voy a tener que sortear toda clase de visiones terribles en el camino. Es que, a las 5 de la tarde en punto los obreros dejan de ser tipos con polos sucios y cascos para convertirse en seres monstruosos que caminan semi calatos por todos lados, gritando improperios, escupiendo flemas hacia cualquier lado, haciendo gala de un espectáculo de horror desprendido de alguna película surrealista de Fellini. 

Las primeras veces que me tocó ver eso me daban ganas de arrancarme los ojos con una sierra eléctrica. 
Lo más triste de todo es que a esta altura creo que ya llegué a acostumbrarme. 

martes, 5 de abril de 2011

Mi chamba

Trabajo en una construcción de edificios de vivienda. Me metí a chambear ahí por dos razones fundamentales: 1) la experiencia es única y 2) en obra uno siempre tiene que estar arreglando cosas al instante y necesitaba algo que me ocupara la atención completamente.
El trabajo me gusta, porque todo lo que está relacionado con mi carrera me gusta enormemente. Había trabajo en oficinas de diseño antes, pero trabajar en obra es ver lo que diseñas en físico y también me agrada eso. Lo que no soporto es la gente con la que trabajo. No sé, supongo que no hay mucho entendimiento entre nosotros, aunque trato de llevarme bien con ellos, cuando me pasan la voz para sus reuniones sociales siempre creo una excusa porque me aburre completamente compartir con ellos.
Encima, y para joder mas las cosas, el tipo del almacén Jonás está detrás de mi como un halcón a una presa. Todo empezó un día en que puso ACDC en la computadora y yo salté de mi asiento, porque lo que casi siempre ponen es Salsa y yo no soporto la salsa. Salté y al toque dije "que buena canción". Suficiente. Nos pusimos ha hablar un poco de música y tenemos gustos en común.
Dos días después me deja un alfajorcito en mi escritorio.
Paré las antenas al toque. Yo que soy ultra paranoica, me aluciné que Jonás se había llevado una impresión equivocada conmigo. Después me tranquilicé, pensando que era una exageración mía, que yo toda la vida me alucino que todos los hombres andan persiguiéndome y que se yo.
Como últimamente ando asqueada del amor y de todo sentimiento tierno, me llegó completamente que dejara ese alfajor de mierda en mi escritorio. Tenía ganas de tirarlo por la ventana a la caja ecológica o a la pista para que un carro lo aplastara.

Obviamente no lo hice y le agradecí el gesto, y me atraganté con ese dulce de porquería, nada más para que no pensara que soy una atorrante. Me dolió el estómago después, pero pensé que con eso no quedaba como una mala persona (y ya verán que muchas de las cosas que hago son por esta increíble obligación de hacer sentir bien a los demás).

Los días que siguieron descubrí a Jonás mirándome fijamente unas 5 veces al día. Ya no era paranoia mía, era cierto. Le huía cada vez que nos quedábamos solos, porque pensaba que se le ocurriría decirme algo (en realidad no sé que carajo podría decirme, pero en fin) y arruinaría la poca estabilidad que tenía en la oficina, que tendría que dejar la obra por sus acosos y una historia de telenovela que felizmente, a la fecha, nunca se cumplió.

Comencé a evitarlo, pero no era suficiente. Todavía no sé si Jonás ha comprendido el mensaje. A veces lo veo mirándome, lo que me causa la misma sensación de Clarice Starling cuando visitaba a Hannibal Lecter.

En el transcurso de los tres meses que llevo trabajando aquí, han habido tres oportunidades de asistir a reuniones sociales. Las evito principalmente por Jonás. Si así, sobrio me mira de manera medio obsesiva, ¿como será con tragos encima? Además de eso, por cada reunión, Jonás venía a preguntarme si iba a ir unas tres o cuatro veces al día. La última vez incluso pretendió presionarme un poco "Pero a la anterior no fuiste", me dice. "A la anterior no fuiste", como si tuviera que asistir por deber.

Ahora lo trato con cierta distancia, pero aún así se manda con algunas cosas menores: Hace dos días me dijo que si quería acompañarlo a comprar unos pastelitos a la panadería (tenemos una suerte de lonche en la oficina a eso de las 5 de la tarde). Le dije que tenia mucho trabajo atrasado. Solo atinó a sonreír y salio de la oficina.

Ya no ha vuelto a contraatacar, supongo que habrá comprendido que no va a pasar nada.

Traumas

Cuando te dejan, te traumas.
Así de simple.
Entras en una vorágine que oscila entre pensar que vas a regresar con él y pensar que ahora que se fue ya nada tiene mucho sentido.
Por eso, y como respuesta inmediata a esa sobrecarga de amor no correspondido, te vuelves un ser incapaz de pensar que va a enamorarse de nuevo, o si quiera, que te puede gustar alguien como te gustó él.
Cagado, ¿no?
Pero cierto.

Desde que ya no veo a Santiago -antes lo veía todos los días en el trabajo- se me ha hecho más sencillo olvidarme que existe. También ayuda bloquearlo y apartarlo a una zona del msn donde no lo veas (como botarlo al grupo "otros"), bloquearlo en el facebook, en fin...
No verlo ayuda, pero hay miles de cosas, objetos, canciones que van a estar dando vueltas y te van a atacar con recuerdos cuando menos te lo imagines.
Y un día, mientras mirabas, que se yo, pechugas de pollo en Wong, te va a bombardear un recuerdo que ya tenías olvidado, de cuando fuiste a su casa y te hiciste la capa en cocina pero quemaste el pollo en el horno, pero luego se cagaron de risa y terminaron comiendo en Mc Donalds, si tú que igual odias esa comida chatarra gringa, fuiste nada más porque a él si le gustaba.

Ha pasado un año y aún no lo supero. A veces tengo la sensación que sí. Cuando conozco a alguien que me cae bien y pienso que algo podría pasar entre nosotros. Normalmente me ilusiono muy rápido y creo que en cierta forma los ahuyento con mi desesperación.
La desesperación por salir del estado de purgatorio en el que estoy: sin forma de seguir adelante y sin forma de regresar a lo que fui (fuimos).

domingo, 3 de abril de 2011

10 dias

Ya han pasado mas de diez días desde que vi a Santiago y me desestabilizó completamente. Como la vez anterior y la vez antepasada, me alegré, me puse triste, lloré, maldije, lo odié... luego de completar el aro de fuego, me viene una especie de sentido de supervivencia que no logro explicar bien. Supongo que es el rebote de sentirme tan mal que me impulsa a buscar alguna forma de sopesar el hecho que cada vez que pienso en lo que fuimos sienta que caigo en un agujero negro.

Santiago fue malo conmigo. Fue un maldito desgraciado. Y no me quiere. Nunca me quiso.
Esa es una lección que nunca voy a aprender.

sábado, 2 de abril de 2011

Combo mortal







Miseria

Ya me había pasado antes. Encontrarme a Santiago siempre suponía una onda expansiva de miseria que se dividía en días. 
El mismo día en que me lo encontraba me ponía feliz de encontrármelo, luego triste, ya sea porque la conversación fue mala e incómoda, ya sea porque la conversación fue buena. Cualquiera de las dos razones me hundían, porque si fue mala pues porque quería que fuese buena en un intento deliberado e idiota por regresar con él, y si era buena, igual, porque sabía que cuando terminaba, teníamos que despedirnos y cada uno regresar a no saber nada del otro, a suponer que me llamaría, me hablaría por el msn, le daría un "me gusta" a una de mis publicaciones del facebook, y no pasaba nada de eso. 

El día después seguía pensando en la conversación -ya sea buena o mala- desmenuzándola, analizando cada detalle, donde puso sus manos, que si estaba con los brazos cruzados o en sus bolsillos, que si me miró a la cara, que si miró a otro lado, como dijo hola (sí, como dijo "hola" ¿¿¿quien carajo hace eso???)... todo, todo, todo. En estos análisis profundos me podía pasar una luz roja, como imprimir mal un plano, o olvidarme que tenía que comprar café antes de regresar a mi casa. 
Eso me hacía sentir mas idiota todavía. 

El tercer día era tanto como el segundo y normalmente paraba prendida del facebook o del msn, esperando que me hablara y me molestaba con las personas que me ponían tonterías en mi muro, persona que no eran ÉL, ¿porque mierda me hablan todo menos ÉL?????... Esto complementado con la escucha innecesaria de canciones que me hacían sentir romantidiota como los grandes éxitos de James, o sí, lo adivinaron, todos los álbumes de The Killers, Death cab for cutie ("I will possess your heart", cortavenas total), Coldplay, Radiohead (The bends en particular), y el peor de todos: Honestidad Brutal de Andrés Calamaro. 

A una semana mas o menos, después de haberme pasado dos luces rojas, olvidado hasta las llaves de mi casa, y escuchado mas canciones lloronas cortavenas que en cualquier otro momento de mi vida, vencía finalmente mi lado mas débil y me metía me manera desesperada a ver su perfil. La última vez que hice esto me llevé una sorpresa amarga: salía en varias fotos con una chica en particular. 

Esa noche lloré en mi cama, en la oscuridad de mi cuarto, y pensé en el momento en que conocí a Santiago, y   como sería mi vida más simple si nunca lo hubiera conocido. Si tan solo en vez de ir a ese trabajo hubiera ido a otro, y como mi vida cambió repentinamente para mal, como él me había perjudicado en tantas formas, como lo detestaba, como me avergonzaba sufrir por él, un tipo tan corriente y tan ridículo. Hacía listas mentales de como era Santiago, de todo lo malo que tenía, para asegurarme de no volver a pensar en él.
Tambien puede interesarte