martes, 5 de abril de 2011

Mi chamba

Trabajo en una construcción de edificios de vivienda. Me metí a chambear ahí por dos razones fundamentales: 1) la experiencia es única y 2) en obra uno siempre tiene que estar arreglando cosas al instante y necesitaba algo que me ocupara la atención completamente.
El trabajo me gusta, porque todo lo que está relacionado con mi carrera me gusta enormemente. Había trabajo en oficinas de diseño antes, pero trabajar en obra es ver lo que diseñas en físico y también me agrada eso. Lo que no soporto es la gente con la que trabajo. No sé, supongo que no hay mucho entendimiento entre nosotros, aunque trato de llevarme bien con ellos, cuando me pasan la voz para sus reuniones sociales siempre creo una excusa porque me aburre completamente compartir con ellos.
Encima, y para joder mas las cosas, el tipo del almacén Jonás está detrás de mi como un halcón a una presa. Todo empezó un día en que puso ACDC en la computadora y yo salté de mi asiento, porque lo que casi siempre ponen es Salsa y yo no soporto la salsa. Salté y al toque dije "que buena canción". Suficiente. Nos pusimos ha hablar un poco de música y tenemos gustos en común.
Dos días después me deja un alfajorcito en mi escritorio.
Paré las antenas al toque. Yo que soy ultra paranoica, me aluciné que Jonás se había llevado una impresión equivocada conmigo. Después me tranquilicé, pensando que era una exageración mía, que yo toda la vida me alucino que todos los hombres andan persiguiéndome y que se yo.
Como últimamente ando asqueada del amor y de todo sentimiento tierno, me llegó completamente que dejara ese alfajor de mierda en mi escritorio. Tenía ganas de tirarlo por la ventana a la caja ecológica o a la pista para que un carro lo aplastara.

Obviamente no lo hice y le agradecí el gesto, y me atraganté con ese dulce de porquería, nada más para que no pensara que soy una atorrante. Me dolió el estómago después, pero pensé que con eso no quedaba como una mala persona (y ya verán que muchas de las cosas que hago son por esta increíble obligación de hacer sentir bien a los demás).

Los días que siguieron descubrí a Jonás mirándome fijamente unas 5 veces al día. Ya no era paranoia mía, era cierto. Le huía cada vez que nos quedábamos solos, porque pensaba que se le ocurriría decirme algo (en realidad no sé que carajo podría decirme, pero en fin) y arruinaría la poca estabilidad que tenía en la oficina, que tendría que dejar la obra por sus acosos y una historia de telenovela que felizmente, a la fecha, nunca se cumplió.

Comencé a evitarlo, pero no era suficiente. Todavía no sé si Jonás ha comprendido el mensaje. A veces lo veo mirándome, lo que me causa la misma sensación de Clarice Starling cuando visitaba a Hannibal Lecter.

En el transcurso de los tres meses que llevo trabajando aquí, han habido tres oportunidades de asistir a reuniones sociales. Las evito principalmente por Jonás. Si así, sobrio me mira de manera medio obsesiva, ¿como será con tragos encima? Además de eso, por cada reunión, Jonás venía a preguntarme si iba a ir unas tres o cuatro veces al día. La última vez incluso pretendió presionarme un poco "Pero a la anterior no fuiste", me dice. "A la anterior no fuiste", como si tuviera que asistir por deber.

Ahora lo trato con cierta distancia, pero aún así se manda con algunas cosas menores: Hace dos días me dijo que si quería acompañarlo a comprar unos pastelitos a la panadería (tenemos una suerte de lonche en la oficina a eso de las 5 de la tarde). Le dije que tenia mucho trabajo atrasado. Solo atinó a sonreír y salio de la oficina.

Ya no ha vuelto a contraatacar, supongo que habrá comprendido que no va a pasar nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tambien puede interesarte