sábado, 2 de abril de 2011

Miseria

Ya me había pasado antes. Encontrarme a Santiago siempre suponía una onda expansiva de miseria que se dividía en días. 
El mismo día en que me lo encontraba me ponía feliz de encontrármelo, luego triste, ya sea porque la conversación fue mala e incómoda, ya sea porque la conversación fue buena. Cualquiera de las dos razones me hundían, porque si fue mala pues porque quería que fuese buena en un intento deliberado e idiota por regresar con él, y si era buena, igual, porque sabía que cuando terminaba, teníamos que despedirnos y cada uno regresar a no saber nada del otro, a suponer que me llamaría, me hablaría por el msn, le daría un "me gusta" a una de mis publicaciones del facebook, y no pasaba nada de eso. 

El día después seguía pensando en la conversación -ya sea buena o mala- desmenuzándola, analizando cada detalle, donde puso sus manos, que si estaba con los brazos cruzados o en sus bolsillos, que si me miró a la cara, que si miró a otro lado, como dijo hola (sí, como dijo "hola" ¿¿¿quien carajo hace eso???)... todo, todo, todo. En estos análisis profundos me podía pasar una luz roja, como imprimir mal un plano, o olvidarme que tenía que comprar café antes de regresar a mi casa. 
Eso me hacía sentir mas idiota todavía. 

El tercer día era tanto como el segundo y normalmente paraba prendida del facebook o del msn, esperando que me hablara y me molestaba con las personas que me ponían tonterías en mi muro, persona que no eran ÉL, ¿porque mierda me hablan todo menos ÉL?????... Esto complementado con la escucha innecesaria de canciones que me hacían sentir romantidiota como los grandes éxitos de James, o sí, lo adivinaron, todos los álbumes de The Killers, Death cab for cutie ("I will possess your heart", cortavenas total), Coldplay, Radiohead (The bends en particular), y el peor de todos: Honestidad Brutal de Andrés Calamaro. 

A una semana mas o menos, después de haberme pasado dos luces rojas, olvidado hasta las llaves de mi casa, y escuchado mas canciones lloronas cortavenas que en cualquier otro momento de mi vida, vencía finalmente mi lado mas débil y me metía me manera desesperada a ver su perfil. La última vez que hice esto me llevé una sorpresa amarga: salía en varias fotos con una chica en particular. 

Esa noche lloré en mi cama, en la oscuridad de mi cuarto, y pensé en el momento en que conocí a Santiago, y   como sería mi vida más simple si nunca lo hubiera conocido. Si tan solo en vez de ir a ese trabajo hubiera ido a otro, y como mi vida cambió repentinamente para mal, como él me había perjudicado en tantas formas, como lo detestaba, como me avergonzaba sufrir por él, un tipo tan corriente y tan ridículo. Hacía listas mentales de como era Santiago, de todo lo malo que tenía, para asegurarme de no volver a pensar en él.

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