miércoles, 6 de abril de 2011

GAJES DEL OFICIO (I)

Son las 4.50 pm. Faltan diez minutos y estoy en el sétimo piso. Ya sé que tengo que llegar al sótano -donde se encuentra la oficina, el único lugar seguro- antes que suene el pito. Comienzo a bajar los escalones con rapidez pero suena mi nextel. "Carajo", pienso, mientras veo el nombre de la alerta que acaban de enviarme. Es mi jefa directa y obviamente tengo que responderle. Me pide que vaya un ratito al piso 5, que hay un problema con un enchape. Le respondo con desgano. Ya sé que me demoraré mas de diez minutos y que voy a tener que sortear toda clase de visiones terribles en el camino. Es que, a las 5 de la tarde en punto los obreros dejan de ser tipos con polos sucios y cascos para convertirse en seres monstruosos que caminan semi calatos por todos lados, gritando improperios, escupiendo flemas hacia cualquier lado, haciendo gala de un espectáculo de horror desprendido de alguna película surrealista de Fellini. 

Las primeras veces que me tocó ver eso me daban ganas de arrancarme los ojos con una sierra eléctrica. 
Lo más triste de todo es que a esta altura creo que ya llegué a acostumbrarme. 

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